El hombre necesita creer, necesita amar como nesecita respirar, y es esa misma necesidad la que lo transforma en vagabundo errante, buscando un lugar donde sus creencias sean críibles, donde su capacidad de amar sea complacida..., donde el aire que necesite no contamine sus ganas de vivir.
El hombre es eterno caminante sin saber a dónde va. Escarbando los rincones más hondos de su personalidad..., viaja muy sobre los límites de su imaginación y la cordura logrando ponerse en riezgo con sus acciones..., y ese riesgo, y ese peligro es un condimento más para una vida que puede ser trunca o relevante, depende un poco de la suerte.
Allí comenzamos a convertirnos en aventureros de nuestra propia película, de nuestro propio camino, y nos transformamos en bohemios, locos, poetas, cantores y cara duras, viciosos y predicadores, amantes y opresores, tercos y parcos, también hombres tiernos de buen corazón; no hay límites de carácteres, lo variable forma parte de lo humano con diferencias solo exteriormente visibles..., pero aunque no lo queramos..., todos los hombres nos parecemos, somos como el ganado que ama el mismo pasto, oro, poder, ilusión, mujer...., en el fondo, todos los hombres nos parecemos.
Así..., recorriendo caminos nuevos y caminos viejos se descubre desde la óptica de cada uno, otros matices de vida, una vida que puede ser complicada o sencilla..., depende de lo que se quiere ser.
Podemos ser hombres reales o ser esos pintados en cualquier historieta...., vitalicios habitantes de mentes con imaginación superior..., aquellos que dan un paso sobre el abismo desafiando la altura..., riéndose del propio destino.
Pero a pesar de todo, a pesar de los grandes yerros, de encontrar grandes felicidades y desecharlas como un papel viejo, a pesar de haber habitado en lares de paz, de conocer lo claro y lo oscuro, de la sed del desierto y la gula de las fiestas, del condimento mundano y espiritual...., a pesar de todo, el hombre sigue, sigue buscando algo más, que no sabe que es, pero lo busca con ansiedad mayúscula, quizás por el anhelo de encontrar algo superior que nos dé otras experiencias.
Lo cierto es que ese algo solo es una incógnita..., será placentero?.., valdrá la pena arriesgar?.., me quedo con lo conocido?..., mis fantasías, mis ilusiones y el panorama de vida que delante de mí tengo..., vale la pena apostar a otra cosa?
Creo que no, pero soy hombre y mi naturaleza me invita a esa "otra cosa", aunque hay algo que me ayuda y es mi voluntad..., y esa voluntad se sienta en el otro plato de la balanza.
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