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sábado, 22 de diciembre de 2012

En la orilla contraria







En la orilla contraria
 al alma mía
 nace la flor.
Y yo envuelto en éstas alas rotas,
no puedo impedir
prohibirme,
 día a día,
de su aroma.

Sólo en las tertulias del viento
puedo escuchar su voz.
Vuela pegada
a los silencios desaforados
que me castigan
en la quietud del ocaso.

Singulares recodos de sombras
 se aproximan.
Y entre sus trenzas
intento sujetar
la llegada de la noche.

Pero la noche,
 inevitablemente
 cae
y le dará de beber un rocío
que no es el mío,
desgranando lentamente
el rojo
para que los nudillos de la ausencia
me golpeen la cara.

Cuando me cubra de cenizas el alba
 dormiré
en el suspiro alado
del olvido,
sintiendo como explota
mi pecho en su vacío.

Como poder volver el tiempo atrás,
aquél en el que era polvo
danzando entre el céfiro
y este río.

El cielo pinta su arrebol.
Me duele ver como
en la orilla contraria
al alma mía
crece exultante,
.  .  . la flor

jueves, 13 de diciembre de 2012

Te fuiste.








La niebla no pudo cubrir tus pasos,
los cuento cada mañana
esperando verlos volver.
Dándome la espalda
acariciaste la noche,
y mis manos desesperadas
querían alcanzarte,
pero yo no las dejé.

Y te fuiste .  .  .
y me quedé apretando las sábanas
creyendo que mis puños
encarcelarían tu presencia.

Pero no fue así.
Igual te fuiste . . .

El sol cayó pesado en mi cuarto
y se posó en mi frente.
Calentando mis ojos
me despertó del sueño,
ese sueño donde un hilo
todavía me ataba a ti.

Y pude ver el bosque
a través del árbol
que crecía en mi ventana.
Y lo pude ver, cubierto de otoño,
desnudo,
llorando la última primavera
que lo hizo tan feliz.
Una lágrima mía,
fue testigo mudo
de la maravilla de esas hojas,
que en su caída,
se abrazaban a un adagio con el viento.

Y te fuiste .  .  .
sin siquiera dejar una huella
que pudiera seguir.

En mi ventana gotea el otoño.
Y en este cuarto solo,
la primavera que guardé para ti,
dejó de crecer.
Porque creí que cada rosa que cultivaba
te acercaba a mí.

Pero no fue así.
Igual te fuiste .  .  .

Y mi cuerpo se disfrazó de otoño,
y cada hoja que se me cae .  .  .
me duele a ti.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Deseos fugaces








En el costado hueco del mar
caen de a montones las estrellas
acaparando entre sus tesoros,
 los deseos.

Parecen lágrimas del sol
enjugándose entre sus lunas.

El céfiro de abril,
desgrana sin saber
 las amapolas.
Y entre las hojarascas sepias
de este otoño,
 desfallecen los amores,
que no debieron germinar.

Y estos recuerdos
que tanto tardan en ser olvidos,
se convierten en dagas eunucas
que se vengan por placer.

En la piel solo queda el roce
y en los labios,
media gota de sabor.

Besos robados a media noche.
Palabras huecas
en boca de marionetas,
que maneja el amo de la mentira.

Y en los corazones rotos
de aquellos brotes,
 el sueño
de transformarse en flor.

Sólo vislumbres,
 relente efímero
como toda estrella fugaz,
que en el costado hueco del mar
desapareció con los deseos.


jueves, 6 de diciembre de 2012

Dame una señal







Miro ese cielo
apretujado de estrellas
donde solo una luna cabe.

En ese edén inmenso
del que se desprenden gajos
de oscuridad y silencio,
puedo ver tus ojos
y en algún momento espero,
que tu cuerpo caiga sobre mí.

El rocío. . .
que he confundido con mis lágrimas,
moja mi cara.
Bebo de él
porque allí te encuentro.

Te busco en ese infinito
porque se que estás.

En esta soberbia quietud,
queda revelada tu presencia.

Me siento desnudo de mí
porque nada tengo.
Desarropada ha quedado mi alma
porque te has llevado todo.

Regresaré aquí,
todas las noches de mis noches
a beber de mi rocío
hasta verte parpadear.

Matando mi tiempo en contar
cada estrella nueva que aparezca
e implorándole a ese cielo,
que te deje notar.

¿ Cuál de todas serás. . . ?
Me repito hasta el cansancio.

Hazme una señal,
para partir este silencio.
Y en este cielo inmenso
 brillaré junto a ti.