tan lejos,
que su melodía llega agostada.
Hastiada de treparse en los árboles
para poder sonar.
Esa melodía de tu voz
ya no la siento,
se enreda en esas ramas
que nunca pude alcanzar.
¿Cuántas lágrimas han caído?
¿Por cuántas grietas han corrido
para poderse encausar?
Pero esta fue la última
y en su caída al vacío,
no pudo echar vuelta atrás.
La lluvia rueda en el aire
sin poder asirse en la nada
para poner fin a su destino.
Golpea muda la calle
sin romper el silencio,
que sigue sin hablar
respetando la ausencia.
Piso el otoño
deshojado en mi vereda.
Hojas secas, pintadas de sepia,
que ocultan las huellas
que dejaste al partir.
El relente dice que la lluvia cesó.
Que ese ácido de tu olvido,
ya no quemará mi piel.
Que en el vapor de los sapos,
agonizante se va tu historia.
El viento juega entre la hojarasca
llevándose las humedades.
Pegada, adherida . . .
como un claustro recuerdo en mi suela,
caminará conmigo también,
la última hoja de este otoño.
Que ese ácido de tu olvido,
ya no quemará mi piel.
Que en el vapor de los sapos,
agonizante se va tu historia.
El viento juega entre la hojarasca
llevándose las humedades.
Pegada, adherida . . .
como un claustro recuerdo en mi suela,
caminará conmigo también,
la última hoja de este otoño.