en el ardor de mis ojos,
ciegos ya,
ciegos ya,
de tanto mirar tu ausencia.
Se enmudece tu nombre
arrojado al viento,
en ese valle de ecos,
que parece tan distante.
Guarecida en las sombras
te has ido,
y más que un puñado de mí
te has llevado.
Sólo tu imagen en mi espejo
quedó plasmada.
Y aquella flor,
que de un cantero
para ti,
había robado.
Mercader es el silencio de tu olvido.
Verdugo insano,
que amalgama mis sentidos.
Guarecida en las sombras
te has ido,
y más que un puñado de mí
te has llevado.
Sólo tu imagen en mi espejo
quedó plasmada.
Y aquella flor,
que de un cantero
para ti,
había robado.
Mercader es el silencio de tu olvido.
Verdugo insano,
que amalgama mis sentidos.
Apretujando en mi boca
el humo del hastío,
a veces trato
en su tibia niebla dibujarte.
Pero artero y diablo
es mi destino,
que me sentencia a ver
como agostada y pálida
la rosa. . .
llora el último pétalo.
Lo siento caer mecido,
marchito y abatido,
en el hedor de su fragancia seca.
el humo del hastío,
a veces trato
en su tibia niebla dibujarte.
Pero artero y diablo
es mi destino,
que me sentencia a ver
como agostada y pálida
la rosa. . .
llora el último pétalo.
Lo siento caer mecido,
marchito y abatido,
en el hedor de su fragancia seca.